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sábado, 9 de noviembre de 2013

Merhaba Turquía

Por: Dionisio Pimiento (@Dpimiento/twitter) para Decanter

Era el viaje soñado, el irremplazable, el inenarrable, el más deseado. Su vasta historia ya era un motivo pero su presente lleno de debates entre su rol en la Otan, sus pretensiones con la Unión Europea, el rol de los militares, la hasta hace poco vigente pena de muerte, o el ser la puerta –casi escotilla- entre lo que llamamos Oriente y Occidente incubando en su interior de hecho un poco de ambos mundos, lo hacía más excitante como territorio a descubrir, a saborear. Su idioma no evoca nada que conozca y su comida, colorida y pletórica de sabores, es la gran excusa para una fascinante estancia en Turquía.

Cada comida comienza con un surtido de mezes, pequeñas entraditas frías o calientes, puro placer en versión Yaprak Dolmasi por ejemplo (hojas de parra rellenas de arroz, piñones y hierbas) o Haydari de berenjenas con yogur y ajo, Cacik en el que el yogur va con pepino y menta, y Acili Ezme con mucho tomate picante y cebolla. Mismas comidas que concluyen en la mayoría de las ocasiones con un baklava con, se supone, más de 100 finísimas capas. Los mejores son los callejeros de Estambul con mucho pistacho y un delicadísimo almíbar. En las calles de sus dos capitales (la una política y la otra histórica, turística y económica) se puede probar el helado (Dondurma) en el marco de un pequeño espectáculo para turistas evidenciando la destreza para servirlo.

En las mañanas sorprende, por mero hábito, ver en el desayuno pepino, tomate, quesos (de cabra, oveja o blanco), y aceitunas. Tan frugal comienzo se puede acompañar de una especie de tostadas francesas esponjosas coronadas con una porción de miel en panal, la que devoraba sin límites.  Adicional, en las mañanas, a las 4 p.m., antes y durante la comida, a cualquier hora, mucho pero mucho té negro pero con bastante azúcar dado su intenso sabor fruto de una larga cocción.

Aquí el café es toda una experiencia: negro, fuerte y denso gracias a que aún conserva lo que los abuelos llamarían el ripio. Para estómagos aún más valientes está el Ayran una bebida de yogur y sal que sinceramente me gustó, y Sahlep de leche con los bulbos de orquídeas, para muchos afrodisíaca pero para mí bastante caliente y un tanto pesada para beberla.

Durante el día mucha carne incluyendo de mi amado y escaso en Colombia, cordero; y abundante verdura o bien rellena con arroz o carne, o en salmuera (aquí mi fantasía amorosa con la berenjena alcanzó la plenitud).  También podrá ser pasta, Manti, unos raviolis con yogur y carne o garbanzos.  Aunque si se está a punto de perder el ferry en El Bósforo lo mejor es comprar rápidamente una especie de roscón con sésamo de la cadena de fast food Simit Sarayi. Y allí dónde toma el Ferry, al costado del puente Gálata, hay que atreverse con los sánduches de queso, tomate y cebolla y con los mejillones, comida por supuesto callejera. Luego de regresar del viaje entre Beyoglu y Eminonu, se puede visitar el museo Istambul Modern y al final de la tarde, será el momento perfecto para subir caminando a la Torre Gálata: nos esperan pequeñas tiendas de diseñador, un par de cafecitos y noches a pie de calle muy animadas.

En Estambul hay que comer en Ziya Sark Sofrasi, deliciosos kebabs, los que se comen aquí no la versión turística que se ha expandido por el mundo. La comida en este restaurante es de gran calidad pero debe recordarse que en este lugar como en muchos otros no se vende alcohol. Imposible perderse el cordero en costra de sal que se sirve espectacularmente en la mesa de Hatay Has Kral Sofras;, y sobre todo hay que ir en las noches de luna llena a Balikçi Sabahattin pues bajo el jardín escondido en aquel callejón de degustarán maravillosos pescados muy frescos. Comer aquí es una experiencia inolvidable. La media tarde es el momento para estar en Karaköy Güllüglu tomando té con baklava y con börek; o de ir a Ali Muhiddin Haci Bekir, la pastelería otomana más famosa y en la que todas las delicias se sirven con la máxima calidez y en cajitas decorativas.

Es imperdonable no volver a casa con un buen surtido de especies y tés pero comprados en el Bazar de las Especies en el corazón de Estambul. La excusa para que momentos y sabores únicos nos transporten de nuestra cocina a esta tierra llena de misterios y encanto.

Ankara es para muchos un lugar de paso. Yo creo que al menos un día sí hay que pasar allí dedicado al Museo de las Civilizaciones Anatolias y recorriendo la Ciudadela. En esta ruta está Çengelhan, el restaurante del Museo Industria Rahmi M Koç, una antigua casa bellamente restaurada y en la que hay que probar el surtido de seis mezes, así como el pan de aceitunas negras con dip de yogur preciosamente servido

De Turquía no quiero irme. Es curioso que un lugar te atrape de esta manera a pesar de las aparentes dificultades para comunicarte ligadas a un idioma que no conozco. Pero lo verdad en esta tierra con una sonrisa y sabiendo saludar, Merhaba, y diciendo Elinize saglik, "bendita sea tu mano" a quién te ha dado maravillosamente de comer, se vive inmensamente feliz.

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