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jueves, 23 de junio de 2011

Comida chatarra fabulosa: FireHouse

Comida chatarra fabulosa
Por: Dionisio Pimiento (dpimiento.blogspot.com)
Texto preparado para la revista Paladares, El Colombiano

30 días subsistiendo sólo de comida de McDonald´s. 11,1 kg de más y un 13% de aumento en la masa corporal. Cambios de humor, disfunción sexual y daño al hígado. 14 meses fueron necesarios para perder el peso ganado.

Éste no soy yo, aunque para perder los kilos extras que tengo requeriría de una eternidad. Esto es parte del balance que obtuvo Morgan Spurlock con su documental de 2004 titulado Super size me, (Súper engórdame), con el cual fue nominado para un Premio Oscar en la categoría mejor documental largo.

He pensado seriamente adelantar el mismo experimento, pero haré mejor mi elección (no me importa engordar pero si comer mal) y sólo me alimentaré de las extraordinarias hamburguesas locales de El Corral, Presto, Kit kof, Bonuar y especialmente, las de Firehouse.

Para dar vida a este proyecto he recorrido todas las sedes de Firehouse: lunes en Interplaza, martes en Los Containers y miércoles en el Complex de Llanogrande. El jueves todo recomienza. El viernes soy prudente con el pique de los ajíes de la casa, pero el fin de semana me desbordo en la scoville scale, medida que emplea el restaurante.

Hoy acompañaré la hamburguesa con cascos de papa, mañana serán a la francesa y la semana siguiente probaré las Papas Firehouse que vienen rellenas de queso cheddar, crema agria, tocineta y cebollín. Kilos de alegría.

En la primer semana del reto, probé la tradicional cuarto de libra con tocineta y queso. A partir de la segunda semana me decanté por las nuevas especialidades de la casa. Comencé por la Suiza con champiñones y queso azul. Hoy voy con la Gaucha con chimichurri. Mañana será sin duda una Italiana con parmesano, salsa napolitana y albahaca. La semana que viene comenzaré con la Hawaiana con piña. Ya quiero comer una Luisiana con aritos de cebolla y salsa chile dulce. Todo concluye con una Belga rebosante de salsa ajo y forforitos de papa. Algunos días, sólo para variar, me dejé llevar por las alitas o con salsa bbq, con miel mostaza o picantes. Los 30 días del experimento no me faltó el pie de manzana o el de limón.

A mi consciencia le digo que cada hamburguesa fue hecha a la parrilla y acompañada de una extraordinaria hoja de lechuga y una rodaja de buen tomate. Lavo mi cerebro mencionando que sólo estaba capa a capa lo mejor de la comida que el hombre de hoy conoce: carne picada, pan y queso.

A mi lado más político, lo convenzo con argumentos historicistas sobre la hamburguesa: recuerdo que los patricios romanos poseían su propia versión y que las primeras recetas proceden de las tribus mongolas y turcas (siglo XIV). Pienso en las afinidades con el steak tartare justo en los orígenes de ambas recetas (carne picada o en láminas delgadas y condimentadas, combinando grasa y partes magras).

Imagino las que se cocinaron en Hamburgo, el famoso puerto alemán, y cuyas recetas fueron llevadas por marineros a Connecticut, dónde se elaboró la primer versión “gringa”, aunque todas las regiones de postulan como las inventoras de su forma actual hasta llegar a las más deformadas en las grandes cadenas de comida rápida.

Esta histórica preparación cuyo origen sigue en disputa, ha copado todos los espacios del ser humano. Andy Warhol la llevó al territorio pop con su obra Dual Hamburger y los economistas hasta la convirtieron en patrón de comparación de la competitividad de las economías mundiales con el Índice Big Mac.

Día 30. Subo a la báscula: sí, es cierto. Han sido algunos kilitos de más, pero gracias a la calidad de Firehouse en mi caso no hay cambios de humor, ni disfunción sexual (puedo jurarlo) … del que si no puedo hablar es de mi hígado.

Más allá de lo “políticamente correcto”

Más allá de lo “políticamente correcto”
Por: Dionisio Pimiento (dpimiento.blogspot.com)
Texto original preparado para la revista Cocina Semana

Tanto se ha dicho últimamente de lo orgánico, lo ético y lo sustentable en la comida, en la ropa o en la arquitectura, que decidí ponerme mis tenis viejos e irme caminando a Ciudad del Río en Medellín para visitar el Festival de Uso Alternativo, un evento organizado por un par de jóvenes llenos de buenas intenciones.

En este evento que busca generar hábitos de consumo responsable, yo me comporté con total irresponsabilidad comiendo sin límites (anoto que tras regresar a casa comprendí que orgánico no es necesariamente, sinónimo de ligero). Comencé por platillos de Opa, seguí con una pizza integral de Panizza venida desde las veredas de Santa Elena, seguí con patacones bañados en salsas caseras, conservas, guacamoles y hogaos ahumados Del Rancho. De salida comí un muffin de Punto de Caramelo y unas tortas de la repostería Mauro (un nombre sinsabor para unos productos maravillosos). Un postrecito final de NutriBios, el más exótico y el más inolvidable: un pastel con los mejores y más sanos cereales andinos, los cuáles por fortuna están siendo redescubiertos por la humanidad (estos son de quinua rellenos de amaranto y dulce de mora o de uchuva).

Al final compré las verduras de la semana en Ceres Mercado Orgánico y hasta traje a casa un par de orquídeas maravillosas cultivadas en Boquerón. El cultivador, un odontólogo de profesión hasta que se jubile, me aseguró que estas flores no “son drogadictas" mientras me adoctrinaba por una hora sobre la importancia de lo sostenible.

Sin duda la sobrevivencia planetaria es una urgencia más que simplemente “carreta” dentro de un discurso que hoy suena “políticamente correcto”.