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viernes, 13 de julio de 2012

Generación “adulto-contemporánea”


Por: Dionisio Pimiento (@dpimiento/twitter) para Paladares, El Colombiano

Llega el atardecer en un paisaje inolvidable, que nunca había visto y que quizás nunca volveré a ver. Desde un territorio casi de otro planeta, propio del set de una de las Guerras de las Galaxias, reflexiono sobre el paso de los años y en cómo mis gustos han mutado. Antes de los 30 podía pasar la noche en vela, amaba la música a fuertes decibeles, hasta gozaba de una mala comida y era inadmisible para mí quedarme un fin de semana en casa. En aquellos años, El Pub era el fiel compañero y a veces mi sede se trasladaba a Barnaby Jones en La Casona.

Hoy y desde este conmovedor paisaje, reconozco que he envejecido y que me gusta. Aquellas arrugas que las fotos delatan, algunas manchas que me gustan menos y ese par de canas, “maridan” con el aprecio que siento por mi casa sobre todo en noche de viernes y sábado, por el valor que doy a una larga conversación y a la música en un volumen que no lleva a distorsiones (ni a sorderas, aunque yo ya empiezo a “oír sólo lo me interesa”, tal y como lo hace mi abuelo). A esta edad tampoco admito la comida mala, y eso no es sinónimo de costosa o barata. A veces la que más vale es la que más desilusiona. Y a esta edad reconozco lo difícil que es encontrar un sitio en la ciudad que vaya con mis años y mi “vejez”, por lo que acepto la invitación de dejar el sofá de casa y descubrir un espacio que describen como perfecto para la “generación adulto contemporánea” (al escribirlo pienso en la extinta y maravillosa emisora Diners, otra prueba de que he envejecido).

En esta noche de fin de semana estoy a las 7:30 p.m., en punto, en la puerta de Sinko Bar, en lo alto de Rio Sur, en la llamada “Milla de Oro”. Por fin ha pasado algo con este edificio que por años hizo parte del “decorado” de la Avenida El Poblado, generando toda clase de versiones y rumores. Es imposible conseguir mesa y no hicimos reservación.  Amablemente nos ofrecen esperar en el lobby y ,mientras, pienso en este centro comercial, en la apuesta por ser un “Distrito del Diseño” con creadores como Argemiro Sierra en cohabitación con almacenes tipo “sanandrecito”, una combinación que ya veremos si funciona.

Mesa libre y todos adentro. Aquí sentado todo se ve en rojos y negro. Por minutos olvido que de fondo suena un reggaetón (¡oh sorpresa!), pero logro abstraerme y concentrarme en la terraza, en la vista sobre Medellín, en los cinco espacios y en el maravilloso techo de mangle, recordando las chambranas de macana de las casas de los abuelos.

Ya ha llegado nuestro pedido. Mientras este grupo de “cuasi-ancianos” que superan los 30s y van camino a los 40s, devora la comida, suena de fondo todo un mix musical: Britney, Adele, U2, Rihanna y Black Eyes Peas … me tranquiliza saber que aún reconozco estos cantantes. Quizás aún no estoy tan viejo.

Vamos a la comida. Éste es sin duda mi territorio. Primero pruebo las lajas de calamar que ordenamos,  pero descubro que al parecer eran de pulpo. Siguiendo con este cefalópodo, llegan los
pulpitos en vinagreta de pimientos. Me gustan, por algo me llaman “el terror de los mares”.  
Para pasar del mar a la tierra tomo un sorbo de sangría con vino rosado. No está mal pero algo le falta … ese “no sé qué, en no sé dónde”. Vamos ahora con las costillas con papas rústicas que son sin duda  lo mejor del plato; y con el cerdito con salsa de miel en forma de brochetas.

Termina la comida y ha llegado la hora de bailar. “Dionisio, a recordar tus mejores años en la pista”, me digo. Estoy listo para la siguiente canción. “¿Qué suena? ¿Quién es éste´?” Me dicen mis amigos que se trata de Pitbull, un hombre que al parecer se ha hecho muy rico en muy poco tiempo “cantando” muy poco y siempre en alianza, perdón en feat, con todos. El volumen sube y yo, por algún extraño motivo, recuerdo otra canción, otra letra que me gusta más y que dice: “tu energía hay que recargar, ya te puedes desenchufar (…) tu energía se está acabando, tus ojos se están cerrando, renueva tu batería que mañana sería un buen día (…) es hora ya de dormir, no puedes seguir”, y yo, obedientemente, regreso a casa.

miércoles, 11 de julio de 2012

Pizza en tierras paisas


Por: Dionisio Pimiento (@dpimiento/twitter) para Cocina Semana

Casi todos los pueblos de la humanidad han tenido y tienen su versión. De la pide turca en forma de canoa y cubierta de queso, huevo y carne picada, a la lahmacun de masa más fina con trozos de cordero, cebolla y tomate, y a la popularísima italiana, la pizza (sea como sea que cada cultura la llame) se ha ganado un lugar en la escena gastronómica mundial.

Si a un milanés le preguntan dirá que la mejor está en Spontini, un romano sugerirá Montecarlo, y un napolitano te llevará a la  antigua pizzería Brandi. Y si le preguntamos a un habitante de ésta Medellín,  ¿cuál postulará como la mejor pizza de estas tierras? Abro la pregunta en las redes sociales y las mencionadas son Olivia en Envigado, Ópera Pizza, La Rotonda, Pietra Santa y la de masa madre que con mucho amor prepara Paula Restrepo. Yo incluiría en la lista la que preparan en leña los “italianos” en La 70 cerca de San Juan y la de Café Zorba más que por la pizza, por la ubicación en pleno Parque de La Presidenta.

En todo caso y sin duda a juicio de mi paladar, la mejor la hace en horno de leña Rodrigo Puyo en el centro de la Ciudad. En esta casona de patio grande, de muchas matas, de manteles floreados y revistas de señora, se amasa una pizza inolvidablemente crocante que se baña con sabores únicos de aceite de oliva o con ajíes indígenas de la Orinoquía y la Amazonía, y que se acompaña o con curados de Santa Elena, o con atún, cebolla, lomo florentino o con mi amada berenjena.

Gracias a las manos que amasan, gracias a las manos que alimentan y gracias a las manos que emprenden.