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domingo, 22 de mayo de 2011

Crítica gastronómica: Il Castello

Más que un castello es como la mia casa
Restaurante Il Castello
Medellín-Antioquia
Colombia
2011

Por: Dionisio Pimiento
Texto preparado para la Revista Paladares de El Colombiano.

Ante el exceso de “monarquía” del que hemos sido víctimas en las últimas semanas, busco un restaurante británico en nuestra muy mojada Medellín, pero me es imposible hallar un sitio de fish & chips o dónde degustar unas buenas empanadas de carne y verdura, o un Roast Beef acompañado de un Yorkshire Pudding.

Ante tal hecho, tengo que conformarme con comida del “vecindario” y termino en Il Castello cenando la mejor pasta italiana en un restaurante decorado como cualquier otro de un pueblecito italiano.

El extraordinario mesero –gran consejero y con mucho criterio-, Luis Fernando Saldarriaga trae a mi mesa, para comenzar, el pan crocante de la casa, un verdadero clásico que se hornea en leña justo a la llegada de los comensales y se acompaña con aceite, aceto y otros toquecitos secretos. Pruebo el carpaccio de res y a continuación los calamares apanados.

Esta delirante experiencia casi se rompe gracias a la cesta de pan que llega a mi mesa con mantequilla Alpina. ¿Cómo puede servir un extraordinario restaurante mantequilla de paquete? ¿Qué tan difícil puede ser preparar una casera con alguna rica hierba o aún más sencillo, servir un buen aceite de oliva con unas goticas de vinagre balsámico? Por fortuna, cuando casi comienza el infarto al miocardio, llega el plato estrella de la casa: el panzotti firenze, unos raviolis grandes rellenos de espinacas, ricotta y especias, bañados en una suculenta salsa de tres quesos y almendras doradas. Kate y William no comieron en su boda, tan bien como yo.

Quiero más de esta pasta hecha artesanalmente así que sigo con el fetuccini maremonte –con alcachofas y camarones- y con los raviolis burro nero. Todo llega ágilmente prueba de una cadena interna perfecta.

Para el dolce ordeno una panacota de limón, un mousse de arequipe y un volcán de chocolate suculento, a la temperatura apropiada y un olor único. Por fortuna no pido el brownie con helado. No hubiese soportado el decorado con la cereza de tarrito.

Saliendo del éxtasis gastronómico en que me hallo, observo con calma el sitio: es llamativo el mix generacional que visita a Il Castello. Podríamos estar en cualquier restaurante de pueblo en Italia, aunque por el decorado también podríamos estar en la carrera 70 de Medellín. Aquí la mejor pasta convive con los más horribles cuadros de artistas a los que invitan – los cuáles además están mal colgados-. Esto sin duda sobra, junto con las botellas de té en medio de la mesa, el exceso de anuncios, menús, promociones y publicidad. En mi mesa sólo quiero el típico mantel a cuadros rojos y blancos, mi pasta y una buena copa de vino. Tampoco quiero terminar mi cena con los baloncitos de fútbol de chocolatina Jet que llegan con la cuenta… el infarto va a ser fulminante. Prefiero pagar el doble pero quiten de mi vista tan pobre idea.

Son bellas las lámparas rústicas de hierro forjado pero también sobran las lámparas naranja en forma de estrella.

Me paro tomando un último sorbo del vino de la casa: bebida chilena con mal cuerpo pero con gran bouquet floral. Brindo por la realeza pues es claro que los seres humanos amamos el circo y necesitamos en quién creer y a quién obedecer. Agradezco en todo caso, que en Colombia no tengamos monarquía…nuestros políticos ya son suficiente.