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miércoles, 18 de abril de 2012

Violencia y comida en Medellín. Una historia pasada y presente por escribir (parte II)

Por : Dionisio Pimiento (dpimiento.blogspot.com) para Cocina Semana

Tema espinoso el que comenzamos a abordar hace ya un mes en este mismo espacio: la relación entre alimentación y violencia en la Medellín de los 80s. Tras poner sobre la mesa los principales ingredientes, es momento de plantear algunos de los hallazgos e hipótesis de dicha investigación, la cuál evidenció por ejemplo, como gracias al miedo la casa fue el ámbito privilegiado para comer por lo que muchos restaurantes desaparecieron (excepto aquellos que optaron por instalarse en el centro comercial, el nuevo ámbito de la vida “pública” ante el terror).  En aquellos años muchos de los clubes privados prohibieron el ingreso a esos “nuevos ricos” por lo que estos crearon sus propios lugares para fiestas y banquetes, al tiempo que múltiples zonas urbanas estaban bajo control “privado”, regulando hasta el acceso del “carro de la cerveza o el de las arepas”.

Capítulo aparte merecería el abandono de las tierras a sangre y fuego por nuestros campesinos en aquellos años, fenómeno que no era nuevo y que tampoco ha cesado, gracias a las dinámicas de desplazamiento forzado tanto rural como urbano, al privilegio de las mejores tierras para la ganadería y al paso de un modelo proteccionista en los 80s a uno de libre mercado en los 90s, entre otros. Esos campesinos además de dejar de cultivar se vieron obligados a cambiar por completo sus hábitos alimentarios en detrimento de su calidad de vida.

Fueron años en los que la cocina tradicional –y muy conservadora- de estas tierras, se vio al tiempo radicalizada como símbolo del regionalismo y del poder en una narco-estética (todo un proceso cultural en el que « los nuevos ricos » copian los mismos estereotipos de la clase rica tradicional de Medellín, como lo dijese Darío Ruíz para el caso del arte),  y en simultánea es confrontada a platillos internacionales que representan el lujo para esos “nuevos ricos”. Tal y como lo describe para el caso italiano el libro La mafia a tavola,  para ser un gran capo había que ser todo un gourmand que valorase al tiempo y en extremis una bandeja paisa o el aguardiente, así como una langosta a la termidor y un whisky on the rocks.

Como muchos lo han comentado éste sería tema de un libro completo, pero en la próxima edición abordaremos el tercer y último capítulo con las hipótesis finales de esos dolorosos 80s y la transición a hoy.