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jueves, 9 de febrero de 2012

Puertas al cielo: Tulum te atrapa

Por: Dionisio Pimiento (@dpimiento) para Lan.com


Cinturón abrochado que vamos a despegar. Ha comenzado un viaje en busca del Caribe más azul y más verde, del que recoge en sus profundidades la cultura maya, de aquel que invita al disfrute  de la fabulosa e identitaria gastronomía mexicana; de aquel Caribe que te atrapa deseando no ser liberado para quedarte allí, por siempre, en brazos del silencio perfecto para leer y escribir. Bienvenidos a Tulum y a las profundidades de la reserva de la Biosfera de Sian Ka´an.

El aterrizaje en Cancún se convierte en la excusa perfecta para hacer un recorrido por la ciudad de los hoteles de lujo en paralelo a las opciones “todo incluido”. También es el momento de cargar energías antes de continuar la aventura hacia el corazón de Tulum, y que mejor que una parada en el Centro Comercial La Isla para disfrutar de los excelentes batidos y las “hamburguesas tex-mex” en Johnny Rockets,  un espacio que te transporta a los años 50s en Estados Unidos: rock and roll en azules, rojos y blancos. 
Estamos listos para tomar el auto que hemos alquilado. Es momento de recorrer el Estado de Quintana Roo al sureste de México, en busca de uno de los más bellos secretos del Caribe.   Siendo dueños del tiempo, dos paradas son obligadas: la primera en Chichen Itza, centro ceremonial importante de la civilización maya, reconocida recientemente como una de las nuevas maravillas del mundo moderno. Superando las voces que quieren vendértelo todo, nada mejor que sentarse a ver en detalle las imponentes pirámides y construcciones. 
La segunda parada es el colonial y colorido pueblo de Valladolid, la “Sultana de Oriente”, el lugar ideal para caminar sin prisas y probar lo mejor de la comida yucateca, evidencia del mestizaje culinario entre México (entendido como Maya), Francia, New Orleans, Cuba y más recientemente el Líbano, fruto de las migraciones de los últimos años;  y todo, claro, bajo los aromas caribeños. Cada bocado expresa una fuerte presencia del maíz (cereal fundante en América), del chile habanero y dulce, del cerdo, el venado y el pavo, así como de la pepita de calabaza, la cebolla morada, la lima, el achiote y el cilantro.
En el restaurante Las Campanas en el corazón de Valladolid, el recorrido gastronómico comienza con el afamado jugo de jamaica acompañado de unos totopos con guacamole picoso (una mezcla poderosa de chile habanero y tomate verde) y confirmamos que aquí, hasta el maní pica (asumo entonces el reto de adiestrar el paladar a este sabor).  Una buena cerveza Bohemia oscura, color ámbar y tipo Viena, se convierte en la cómplice perfecta de una sopa de lima, de la cochinita pibil, de los panuchos especiales compuestos de tortilla, pollo y guacamole, y claro, del tradicional queso especial derretido al horno sobre champiñones, longaniza, cebolla, pimiento, papa y jamón.

El atardecer nos regala un cielo en el que azules y naranjas se arremolinan, se pelean por cada punto de la bóveda celeste. Ya hemos pasado el pueblo de Tulum y nuestro camino nos exige adentrarnos en la reserva de la biósfera de Sian Ka´an, 600.000 hectáreas de vida, de arenas blancas, de lagunas naturales, de arrecifes mayas y de mares verde-azulados que se confunden con el infinito. Sian Ka’an traduce  “Puertas al cielo” y esconde la segunda reserva de arrecifes de coral más grande del mundo, sólo superada por la Gran Barrera en Australia. 
Este lugar invitar a andar slow, a sentir cada latido del corazón, a degustar cada bocado y a repensar las prioridades.   La noche serena se convierte en el testigo de la llegada al hotel más bello que se pueda imaginar. Una vela es todo lo que acompaña el camino de la improvisada recepción a la cabaña 14 que ha sido totalmente construida en madera noble, con terraza privada y ventanales para ver la selva tropical y el Mar Caribe. Éste hotel exclusivo para adultos, es el lugar ideal para una escapada romántica en dúo o para el encuentro propio (incluyendo masajes, sesiones de reiki o  temazcal) o también para escribir aquel libro que viene a la mente en las noches. 
Al despertar basta con poner la bandera naranja en la terraza de la cabaña y  mágicamente llega un hombre encantador que con una sonrisa cálida toma el pedido de un desayuno sin importar si son las 9 a.m. o a las 3 p.m. Aquí se vive al ritmo del cuerpo, se come, se duerme, se lee y nos dejamos tocar por las olas del mar sin exigencias ni horarios.  

El menú llega a la cabaña desde el restaurante Zahra, y puede incluir licuados de nopal o de miel ecológica;  frutas con granola y yogurt, omelet de camarones, chilaquiles rojos o verdes, nachos con guacamole, ceviche mixto, pulpo a la mexicana, camarones al coco,  fajitas de res o de pollo, calabacitas fritas, arrachera steak, chiles rellenos, crepas de cajeta y claro, un tequila. En todo caso si se tiene un antojo especial, estarán listo a prepararlo y llevarlo directamente a la cama colgante de la terraza privada desde dónde se divisa el infinito Océano.

El abrazador sol invita a visitar el Parque Nacional Tulum, ciudad amurallada de la  cultura maya. Estas ruinas sorprenden no sólo por el cuidadoso estado de conservación –la mayoría de las construcciones datan de los años 1200-1450-, sino por albergar la más bella vista sobre el Caribe (de hecho esta ciudad recibía en la antigüedad el nombre de Zamá que significa “amanecer”).  En la dirección opuesta uno puede adentrarse en la Reserva de la Biósfera hacia Punta Allen: una rústica ruta que exige persistencia (lo mejor siempre hay que merecerlo) y que lleva por manglares y blanquísimas playas sin fin.
El mejor premio para el visitante de Tulum será una noche en Hartwood. Es ideal llegar allí caminando o pedaleando una  vieja bicicleta bajo una noche estrellada en la que ninguna otra luz compite con los astros. El ambiente es maravilloso en este restaurante al aire libre al que The New York Times le dedicó página entera por lo que es mejor llegar temprano para asegurar mesa. Sus dueños son una preciosa pareja que llegó a Tulum buscando nuevos sueños (él que es quién dirige la cocina viene de New York y ella qué es quién lleva las riendas comerciales directo de Carolina del Norte). 
En Hartwood la primera “estación” sin duda es la barra de cócteles en la que un barman-artista  ofrece un agua San Benedetto venida desde Italia, una cerveza Victoria, un vino, una Sandía Loca, un Wine Cooler (mezcla fresquísima de pepino cocombro, menta, vino blanco y cubitos de mango) o el coctel de la casa que contiene whiskey Jameson, jengibre, limón y soda. Todo es servido en frascos de conservas.
Las frutas y verduras siempre de proximidad en coherencia con el espíritu de Tulum y del restaurante, están visibles en aquella gran cocina que incluye un horno de leña siempre ardiendo. Mientras de fondo suena Bob Marley, la noche comienza con una entradita de sandía y papaya, gesto de bienvenida fresco y cálido como todo en Hartwood. El menú pensado cada mañana según la oferta de los mercados locales y del mar, es escrito en un tablerito con tiza y puede incluir en las entradas un fabuloso dip de pargo rojo, una berenjena asada con sal marina y aceite de oliva o cuatro langostinos gigantes que llegan directamente en la sartén en la que fueron preparados con aceite de oliva, ajo y tomate.  La cena que siempre incluirá ensalada de jícama, puede seguir con una costilla de cerdo deliciosamente asada y que viene sobre una cama de repollo morado; o quizás un huachinango  asado (conocido en otros países como pargo rojo) sobre una cama de brotes y naranja. Si todo confabula quizás se pueda probar el suculento pescado boquinete relleno y preparado al horno con salsa de ralladura de limón, basílica y mantequilla. El postre podrá ser una piña notablemente asada  o una banana pudding.
Quizás un vasito de tequila con sangrita sea el mejor compañero mientras se camina de nuevo bajo el cielo con la única compañía del sonido de las olas. Un sorbo final y la promesa de volver a Tulum una larga temporada. Éste es el lugar para amar, para meditar o para leer aquellos libros que reposan en la mesita de noche: tantas sílabas esperando a ser pronunciadas y éste es el lugar perfecto.

Dónde comer:
·      $$: Johnny Rockets, Cancún: www.johnnyrockets.com
Excelentes hamburguesas y batidos con sede en diversos establecimientos como el Aeropuerto y el Centro Comercial La Isla.
·       $: Las Campanas, Valadolid: calle 41, entre 42 y 44.
Lo mejor de la comida yucateca.
·      $$: Zahra, Tulum: www.zahra.com.mx
L       Los desayunos más diversos de Tulum.
·       $$: Don Cafeto, Tulum: Av. Tulum N º 64 Lote 12 (info@doncafeto.com)
Para probar un buen pescado, mariscos y especialidades mayas. Es fabuloso el “desayuno azteca”.
·      $$$: Hartwood, Tulum: www.hartwoodtulum.com
La mejor comida y el mejor ambiente de Tulum. Carretera Tulum-Boca Paila, km. 76

Dónde alojarse (dos o 3 hoteles)
·      $$$: Azulik, Tulum: www.azulik.com: carretera Tulum Ruinas km. 5, Rojo Gómez rumbo a Punta Allen.
·      $$: Zahra, Tulum: www.zahra.com.mx
        Desde sencillas habitaciones pasando por cabañas para dos hasta family suites.

Qué hacer
·      Valladolid: www.valladolid.com.mx
Colorido y colonial pueblo, estratégicamente ubicado para conocer lo mejor de la Península de Yucatán.
·      Chichen Itza: www.chichen.com.mx
        La nueva maravilla del mundo.
·      Xcaret: www.xcaret.com.mx
El plan perfecto en familia.
·      Parque Nacional Tulum: http://turismo.tulum.gob.mx/
Ruinas en buen estado de conservación que pueden ser recorridas sin las presión de vendedores.
Punta Allen: comunidad de 300 habitantes ubicada a 180 kilómetros de Cancún, enclavada en medio de la maravillosa Reserva de la Biósfera de Sian Ka´an. Turismo ecológico en medio de un verdadero paraíso.