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martes, 4 de diciembre de 2012

Madonna y la tinta de fríjol: a propósito de su próximo concierto en Medellín


Por: Dionisio Pimiento (@dpimiento/twitter) para Decanter

“Resulta que Madonna vivió épocas duras en sus inicios y pasó muchas necesidades. Pero, como siempre, encontró en Nueva York a dos buenas samaritanas y eran colombianas. Paisas, según ella, que le dieron la fórmula secreta para estar siempre sana y escultural: la tinta de fríjoles. Y en Medellín encontrará la mejor”.

¡Qué he leído! Madonna adicta a la tinta de fríjol, la misma tan cotidiana, tan humilde si se quiere y termina siendo el mejor secreto para superar los cincuenta años con tal vitalidad, con todo y amante veinteañero y con esa tonificación muscular. Tinta de fríjol: el verdadero motivo por el que decidió dar un concierto en Colombia[1] y el secreto de la eterna juventud, el mismo que hemos tenido por años ahí, a mano, sin haberlo valorado.

Ante tales afirmaciones leídas en algún diario fruto de la efervescencia del anuncio del próximo concierto en Medellín, decido darme a la tarea de investigar a profundidad la vida de esta estrella mundial. Cuál espía y con gabardina por supuesto, me sumerjo en archivos, páginas webs, consulto a melómanos reconocidos y hasta hago un viaje relámpago a La Gran Manzana. Pocas pistas al principio,  pero cuando ya desfallecía en mi tarea ¡Eureka! Todos los cabos sueltos se conectan: sí, todo confirma que cuando Madonna Louise Veronica Ciccone nacida en 1958 se muda a Nueva York en 1977 para “perseguir sus sueños”, descubre el “elixir” de la juventud y del éxito. Las pruebas evidencian como al principio y como bailarina, Madonna conoció efectivamente a dos paisas, también bailarinas, en los grupos Breakfast Club y Emmy. Estas dos paisas, Cecilia y Carmen –las fuentes no nos permiten revelar los apellidos -, habían llegado a la Capital del Mundo igualmente a finales de los 70s con “una mano adelante y otra atrás”, como reza el refrán. Las tres empezaron a coincidir rápidamente en audiciones diarias, casi siempre fallidas, y empezaron a confiarse sus cuitas y angustias. A pesar del reconocido carácter fuerte de Madonna, ella era absolutamente transparente con las colombianas pues a parte de compartir sueños también compartían dificultades.

Cuando el dinero empezó a escasear decidieron vivir juntas en un pequeñísimo estudio en Brooklyn, y el menú diario era o pasta con mantequilla, sal y pimienta -aporte por supuesto de Madonna en función de sus orígenes italianos- o tinta de fríjol -aporte de las colombianas-. Sin más. Simplemente comían la tinta fruto de la larga cocción de los fríjoles, en agua y sal, y alguna verdura para espesar como zanahorias o papas, si es que había el dinero. Mientras la comían, día por medio, Cecilia y Carmen contaban a Madonna con añoranza que de haber algunos dólares extra podrían convertir aquella humilde tinta de fríjol en todo un platillo junto a plátano verde en julianas, aguacate, cilantro y claro, arepa. Lamentablemente esto no era posible, pero las colombianas siempre alababan el aporte energético del fríjol, así como un cierto rol sanador y casi escultor del cuerpo, hipótesis que las tres roommates pudieron confirmar viendo como su cuerpo se torneaba cada vez más, nunca sentían hambre y tenían la fuerza para devorarse la Gran Manzana. Es allí, justo en aquel instante, cuando los “sí” comienzan a llegar y en 1983 Madonna graba y lanza su primer álbum. Lo que vendrá es una historia de la que el mundo ha sido testigo: aquella mujer de la tinta de fríjol se ha convertido en la Reina del Pop, así como en productora, directora, actriz a ratos, empresaria e icónico mundial.

En mi investigación pude incluso corroborar que es tanta la pasión de Madonna por los fríjoles que exigió comerlos en vez de pasta, en las imágenes de la campaña publicitaria que hizo para Dolce & Gabanna en 2009. Vestida de alta costura, se tomaba su tinta.

Queda pues así comprobado que la tinta de fríjol es el eje de la dieta que ha llevado Madonna por años y que le ha permitido mantenerse en los 50 kilogramos, junto con la ingesta de muchas semillas de lino a casi todas las horas, vivir bajo los preceptos del kabbalah, y evitar la leche, la carne, el azúcar y comer fuera de casa.

Así terminaría mi misión de espía, sin ningún cabo suelto y confirmando por completo la historia de amor entre Madonna y la muy antioqueña tinta de fríjol, sino fuese porque nada de esto es verdad. Lo que sí es cierto es que mucho busqué y nada hallé sobre esta hipótesis que parece más otro de esos casos muy “nuestros” de buscar validar y mitificar lo que somos, hacemos, comemos, y más en un momento de excitación tal que llevó a que todas las boletas se vendiesen con siete siete meses de anticipación, a que se iniciase una lucha encarnizada en Facebook entre rolos/McCartney vrs. Paisas/Madonna, o a que muchos optaran por el vegetarianismo con tal de ahorrar lo suficiente para pagar la boleta.

Se sumará este “mito urbano” a “verdades populares” como que la tinta de fríjol cura el estómago o que es buena para que crezca el cabello; y a otras verdades, como la presencia del fríjol en la dieta humana desde hace miles de años,  su alto contenido en proteínas y fibra o el hacer parte de casi todos los platos tradicionales de nuestra América.

Sea cierto o no,  de seguro veremos a Madonna en Medellín con un collar de arepas y con tinta de fríjol en su rueda de prensa; y no faltará quién diga que ese acto será más ordinario que “un lapicero con tinta de frijol”. 




[1] Y yo que pensaba, descreído, que “gracias” a la crisis económica de Estados Unidos y Europa por fin los artistas se estaban acordando de sus fans (y de sus billeteras rellenitas) en este lado del mundo.

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