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lunes, 16 de noviembre de 2009

Ya vienen ....

Ya vienen dos críticas gastronómicas en camino: Cangrejo y Coco y Eduardo Madrid. Envigado como la nueva capital gastronómica del Valle de Aburrá!!!

domingo, 15 de noviembre de 2009

LA FIAMBRERÍA ¿Hacia un Williamsburg en Medellín?

Tras visitar el restaurante Mundos, decidí quedarme en la ciudad para comer en un nuevo sitio que se presenta como el lugar de las “tapas y de la cocina de mercado”. Esto último era sin duda lo que más me interesaba, pues si bien de manera estricta nosotros no tenemos temporadas (aunque con lo desajustado que anda el clima, no nos sorprendamos si nieva y llegan huracanes), hacer del mercado la fuente de inspiración sí me seducía.

Al llegar a aquel sitio lo primero que pensé fue en la colonización de una nueva zona del Área Metropolitana para y por la gastronomía; en esa calle hay al menos otras 2 propuestas que vale la pena visitar. Recordaba cómo hasta hace muy poco nuestros paladares eran tímidos y de pocos sabores, y me alegraba ver aquella novedad inusitada que en el pasado no había despegado con tal fuerza.

La Fiambrería es sin duda una propuesta de y para jóvenes (aunque como dice mi papá, muchachos son los que tienen la misma edad que uno). Es de aplaudir la claridad que tienen sobre quién es su público: no todos los sitios en nuestro medio tienen tan definido para quién cocinan y sirven cada plato. Definir su consumidor y conocerlo hasta los tuétanos, es la primera clave del éxito de los restaurantes que han perdurado.

De aplaudir son también los magníficos aromas y sobre todo la racionalidad en los precios, pues La Fiambrería pareciera que llegó a abastecer a una clase media que es cada vez menos en América Latina, pero que aún –por lo menos– come, y a la que le faltaban opciones, especialmente en un entorno nutrido por un exceso de parrilla y típico, en el que las ofertas gastronómicas interesantes estaban sólo al alcance de los bolsillos más llenos.

En La Fiambrería, por ejemplo, se redefine el concepto del almuerzo “ejecutivo”: hay un claro juego de colores, sabores, texturas, y combinación de técnicas que trascienden el exceso de frituras de nuestros almuerzos de “Todo a $3500”; los mismos que se venden en cajas de Icopor divididas en compartimientos con un uso claramente determinado, en los que los carbohidratos (arroz con papa con yuca y claro, como olvidarlo, con arepa) tienen un lugar permanente.

Todo comienza con el pan que podría estar caliente para ser perfecto, acompañado de un dip siempre diferente. Una vajillita sencilla pero juguetona lo va conquistando a uno. Luego una entrada de vermicelli en una rica salsa, seguida de una ensalada cuya vinagreta llega contenida en un tubo de ensayo. ¡Qué bacanería!, ¿no?

Luego viene un pescado o una carne en su punto de cocción. Todo concluye con un postre pequeño, sin ostentaciones, pero halagador. Y así cada día, nuevas sorpresas llegan directamente desde el mercado hasta el paladar de los muchos comensales que han puesto a rodar por fortuna, el rumor de este nuevo espacio.

La música es un elemento importante: va desde Calle 13, con todo el activismo político presente en sus letras y sus camisetas agudísimas, hasta Celebration de la siempre vigente Madonna; entre unas y otras, un poco de rap progresivo. Una propuesta que podría definirse como ecléctico-urbana.

Espacialmente, la primera mitad del restaurante es bastante interesante y deseable, con una terracita en la que se puede no sólo disfrutar de la calle, sino también observar los muchos jóvenes que habitan los edificios vecinos. La segunda mitad del sitio, sin embargo, es menos consistente. En todo caso valdría la pena revisar el mobiliario pues parte de éste parece comprado en oferta en el Centro Internacional del Mueble.

Me gustan, eso sí, los individuales en papel intervenidos y el espejo en el que se anota el menú; llaman la atención las continúas exposiciones de arte que evidencian un esfuerzo por ir más allá. En todo caso invitaría a Juan Fernando Vélez, el último artista que encontré exhibido allá, a revisar si éste es el espacio para su obra, sobre todo tras haber expuesto en lugares como la Alianza Francesa, el MAMM o de intervenir la fachada del Museo de Antioquia con un par de Cristos en la exposición Destierro y Reparación. Un artista en ese estado de posicionamiento debe cuidar dónde exhibe su obra.

Allí sentado observaba el barrio y, en particular, tenía frente a mí los colonizadores de la zona, los primeros héroes: la panadería-pastelería “Elkin No.2” y el restaurante “El Sabor Chino”, unas “maravillas” que merecerán pronto una de mis columnas. Asimismo intentaba entender los varios idiomas y acentos que se escuchan en el restaurante. Esta calle de la ciudad, un tanto setentera en sus edificaciones, me hacía pensar en un barriecito que adoro de NY. ¿Será esta zona un posible Williamsburg en Medellín? ¿Será capaz de marcar una clara diferencia con respecto a la zona vecina (unas pocas cuadras hacia arriba) en la que el reggaeton, el vallenato excesivo, las minifaldas, las camionetas “mostronas” y todos los ritmos posibles aturden al visitante? Esta callecita gastronómica está en clara conexión con las noches del Parque de El Poblado; con las arepas de chócolo tradicionales de fin de semana y con los remates de rumba; y cerca de las ventas de segunda mano y las anticuarias. Sólo le falta una mayor actividad artística.

Estando aquí pienso en una Medellín que le da la espalda al que fuese su Centro (el cual veo cada vez más sucio y ruidoso) para dar paso a múltiples centros: ¿una ciudad policéntrica? Manrique tiene su centro, El Poblado tiene los suyos, Laureles los propios … una ciudad de ciudades.

Pago la cuenta, dejo de filosofar tanto y prefiero decirme algo bastante más terrenal: lo mejor de La Fiambrería es la morenaza encantadora que te atiende con su flor en el cabello. Volveré, claro que volveré.

Dionisio

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Dionisio recomienda ….
Comprar objetos de cocina “inútiles” por puro placer al cocinar, al servir o al comer.

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