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lunes, 10 de septiembre de 2012

La Brasserie (Bogotá): entre Olímpicos y rescates


Por: Dionisio Pimiento (@dpimiento/twitter) para Portafolio

Mientras espero en la barra por una mesa reviso el medallero de los Olímpicos. Hace 20 años el mundo hablaba de Barcelona, de unos juegos impecables, de aquel arquero que encendió una llama inolvidable y de una ciudad que se hacía protagonista. En aquel año España quedaba en el sexto puesto con 22 medallas (incluídas 13 de oro) y Colombia apenas obtenía una de bronce (de la inolvidable Ximena Restrepo) para instalarse en el puesto 54. Este año en Londres, España se ubica vigésimo primera con 17 medallas y nuestro País queda trigésimo octavo con 8 preseas.
 
En ambos países terminados los Olímpicos se habla de los padecimientos y esfuerzos de la mayoría de los deportistas: en España una de sus medallistas volverá a la "vida real" haciendo queso en una apartada comunidad y otro volverá a portar su uniforme como Policía pues "de esto es que viven". En Colombia nuestros campeones de bicicrós no cuentan con una pista con las medidas idóneas mientras otros de nuestros medallistas están enfrentados con la politiquería de sus ligas y muchos tuvieron que hacer rifas y maromas para llegar a Londres.
 
De Colombia las portadas de los diarios económicos que tengo a mano dicen que en el primer trimestre de este 2012 la inversión extranjera superó los 9.300 millones de dólares; de España las portadas ya aseguran que tras la ayuda a la banca, el País tendrá que pedir un “rescate suave”.

Hace 20 años ellos eran los nuevo reyes tal y como hoy muchos sienten a Colombia. ¡Cuán peligroso puede ser aquella sensación de “nuevo rico” y de “nueva potencia”!  Tantos centros comerciales, tantos proyectos inmobiliarios, tantos carros que ya no caben, tantas tarjetas de crédito …esto no me huele bien.

Un amabilísimo mesero me dice que mi mesa está lista. Tales realidades podrían afectar mi apetito pero cómo perder la oportunidad de volver a comer en La Brasserie en Bogotá, y más cuando aquel mesero me instala justo en el “centro de tiro”: cerca está Pilar Castaño y unos empresarios justamente españoles; a pasos la nuera de Sarmiento-Ángulo y a pocas mesas Santiago Montenegro. ¡Cuánto quisiera tener la valentía de sentarme a su mesa y preguntarle cómo percibe el futuro de la zona Euro y qué tanto se contagiará Colombia!

Doy una rápida mirada al bellísimo restaurante: amo la madera oscura y los pisos; y sobre todo amo las conversaciones que seguramente se tejen a mi alrededor. Moda, política y economía se respiran en el ambiente.

¿Qué pedir? Mientras pruebo una mala baguette con un buen dip de aceitunas negras, reviso la carta. ¡Qué han pedido mis vecinos? Los imitaré … está decidido. Pilar pide el tradicionalísimo jugo de mandarina: yo la sigo. Realmente maravilloso, tanto como las albóndigas de cordero, quizás la entrada que más me sorprende.

Ellos ya están en el plato principal: ¿A quién seguiré? Quizás ordenaré también los langostinos … pero él los ha dejado casi intactos.  Sí, sin duda ordenaré l´entrecôte, “estoy en una Brasserie”, me digo. Pero ¡Wow! Casi muere frente a mis ojos aquella comensal justo con un trozo de este corte de carne. Al parecer estaba “un poquito duro”.  Me decido finalmente por el chuletón de gran calidad y en su punto aunque cambio su acompañante por una de las tradicionales ensaladas verdes de la casa, de la mano por supuesto de una copa de vino chileno (¡Cuánto tengo que agradecerle en materia vinícola al país austral!).

Pilar se marcha con los empresarios llevando un paquetito de regalo y  Montenegro también concluye su almuerzo sin terminar de desenmarañar la complejidad de los datos: un desempleo del 25% y una prima de riesgo por encima de los 600 puntos en España: datos insostenibles aunque al parecer no tan dolorosos como la eliminación de su selección de fútbol, gran favorita en Los Olímpicos. Pan, circo y un largo verano … la clave para controlar los ánimos.

Yo prefiero ponerle un toque de dulzor a tan complejo momento mundial: “los profiteroles por favor y un café expreso descafeinado que la realidad ya me quita el sueño”.