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lunes, 24 de octubre de 2011

Es noche de Edith Piaf

Por: Dionisio Pimiento (@dpimiento)para la Revista Paladares, El Colombiano

Mano derecha, un Kir Royal que bebo lentísimamente, y en el fondo, Edith Piaf. Es inevitable escucharla y no pensar en la extraordinaria actuación que recientemente pudimos disfrutar en el cine con la francesa Marion Cotillard. Tantas emociones y recuerdos se agolpan en mi mente sobre Francia, sobre París claro, pero sobre todo de La Provence (cada pueblecillo en el que el mercado artesanal y la producción de un tipo de queso se convierte en el eje de la vida).

Es noche de anhelos y de sueños con una potencia que ya no lo es tanto; con el país amado que ha encontrado en la cosmética, en los vinos, en los juegos digitales y en la industria aeroespacial, su presente y su porción de futuro. Es noche de vivir al ritmo francés; de beber y comer con calma, gesticulando, sorbiendo y pasando el pan por la salsa del plato. Es noche de La Cafetière d´Anita.

Espacio en tonalidades naranja. Mucho cuero y mucha madera oscura. Algunas pequeñas flores en rojo y más naranja. No suena Piaf sino un flamenco instrumental, suave y adecuado, algo de Goldfrap y de remate, Death by Chocolate (muy pertinente por lo que será el postre de la noche).

Mientras pruebo un Chardonnay Montes Reserva de bouquet afrutado -dado que lamentablemente no tenían Carmenère por copas-, llega a mi mesa una extraordinaria mantequilla blanca batida y un dip de queso crema, tomates secos, albahaca y un toquecillo de aceite de oliva.

Aquí hasta la atención es “parisina”: los meseros son tan “contenidos” como los franceses du 1er et du 16ème arrondissement.

Ordeno un poco de todo dando paso a uno de los momentos celestiales del Restaurante: la llegada del pan recién horneado, prueba de lo meticulosa que debe ser Anita, Chef Cordon Bleu y propietaria del sitio.

La ceremonia inicia con un recorrido más mediterráneo que francés, una burrata di bufala: mix de tomates rojos de todos los tamaños bañados por un hilillo de pesto y acompañados de una burrata de buena calidad pero que no estaba a su interior, lo derretida que lo esperaba. Todo sigue con un fabuloso atún rojo sellado en salsa de gengibre y naranja, dando así paso al momento estrella de la noche: la llegada de l´entrecôte. Esta carne resume lo mejor de París gracias a una combinación única que no muta (y que ojalá jamás evolucione): ensalada, vino tinto, muchas papas finitas a “la francesa” y una salsa suculenta y cremosa que se ha inmortalizado bajo el nombre Café de París inspirada en la que usaba un restaurante ubicado irónicamente en Ginebra en los 30s (hay quiénes la preparan con queso roquefort o con pimientas, pero la tradicional viene con mucha mantequilla semi-fundida, 24 ingredientes más y con “el toque secreto”).

L´entrecôte de Anita que llega acompañada de una ensalada verde con almendras tostadas, es uno de las mejores de mi vida, incluso superando la tradicional que se come en “Le Relais de l´Entrecôte”, en cercanías a los Campos Elíseos.

En mi mente Piaf continúa insistente mientras me deleito observando por la ventana el frondoso árbol iluminado en verdes. La noche sólo puede concluir con unos profiteroles con helado de vainilla, bañados con mucha salsa de chocolate. Mientras tanto, Anita se acerca a mi mesa serena y dulcemente confirmando si todo ha estado bien, tal y como lo hace con los demás comensales. Ella sabe que sin necesidad de gritarlo, es responsable de uno de los mejores lugares de la Ciudad. Quizás sólo los baños necesitan una touche d´amour.

Saliendo del restaurante iré a una sala de cine: hoy repito la última película de Woody Allen, Midnight un Paris, excusa perfecta para re-enamorarme un poco más de esa ciudad.