Por: Dionisio Pimiento para Cocina Semana (@dpimiento/twitter)
Lo confieso: soy un seguidor fiel de las versiones de Batman de Christopher Nolan, y con ansias esperaba ver la Leyenda Renace, supuestamente la última de la trilogía, aunque ya veo venir la cuarta en un par de años con todo y Robin a bordo. Confieso igualmente que sólo hasta hoy me atreví a asistir a la sala de cine pues inevitablemente siempre pensaba en la terrible noche del estreno en Denver, Estados Unidos.
Sin poder marginar mis pensamientos de aquellas doce víctimas y de tantos otros heridos que dejó aquella noche, tomé una simple chaqueta y salí hacia una sala de cine gigantesca y cercana a casa pues ésta es sin duda una de esas películas que exige sonido dolby, oscuridad absoluta, imagen tamaño gigante y comida de sala de cine, a pesar de lo mala que pueda ser. Increíble que el buen cine (y también el malo) deba maridar con nachos poco crocantes y una salsa de queso grasosa y cero untuosa; o con ese pobrísimo perro caliente que por más que girase en la máquina hasta la quinta película de la saga no mejoraría porque la falta de cariño con el que lo preparan es absoluta. De lo poco que se salva son las crispetas (sin las que es para mí inadmisible ver una película con todo y el ruidajo que puede molestar a mi vecino de silla a quién aprovecho para pedir “sentidas excusas”). Valoro la generosidad gracias a la cuál puedo combinarlas en versión salada y dulce, pero reconozco que por su precio podría traer mi propio horno microondas para hacerlas en tan sólo 3 minutos.
El buen cine (y hasta el malo) merecen precios más razonables en la comida y una oferta fast de mejor calidad. Nunca olvidaré aquella sala de cine en Caracas: era un placer sentarse con un combo completo de hot dog, bebida, postre y palomitas de maíz. Se era hasta "más condescendiente" con Transformers o con Sex and the City.
Celular en vibrador … la película comienza.
Celular en vibrador … la película comienza.
