COMUNIQUÉMONOS

Encuentra ahora todas las reflexiones e información en: http://dionisiopimiento.wordpress.com/

Facebook (Dionisio Pimiento)

Twitter @dpimiento

dionisiopimiento@gmail.com

Y en publicaciones como Cocina Semana, Portafolio, Decanter, entre otros

miércoles, 23 de marzo de 2011

De los mercats a nuestros mercados

De los mercats a nuestros mercados
Texto publicado originalmente en Cocina Semana
Por: Dionisio Pimiento (dionisiopimiento@gmail.com)

Leía en la prensa local esta semana todo lo relacionado a la visita a Medellín de los representantes del Instituto Mercats de Barcelona, en el marco de un intercambio de experiencias para intervenir el sector de Tejelo, centro de la ciudad, y luego el barrio Nuevo Occidente, y poner en funcionamiento los primeros Mercados de Cielo Abierto.

Por un instante soñaba en hacer de la visita a la Minorista o la Mayorista, experiencias integrales tan gratas como las que se viven en la Boquería, en Sant Antoni, La Merced o en Santa Catalina: limpieza, intensidad de colores y una puesta en escena genuina. Imaginaba en ir de compras a las pescaderías en el corazón de los llamados "puentes" en Medellín, y comerme unas tapitas para luego continuar mi recorrido. Recordaba con cariño la Placita de Flores o la Plaza de Mercado de Envigado anhelando la sana competencia de quién decora más bella y genuinamente su puesto de trabajo.

Barcelona es una de las pocas ciudades del mundo que puede presumir de una red de mercados distribuidos de tal manera que todas las zonas tienen un mercado cerca, como una clara respuesta al emprendimiento, a la importancia que se le da a la vida de barrio, a la comida fresca y artesanal.

Medellín y Barcelona tienen bastante en común: el aporte al PIB de sus Estados, su pujanza industrial, su búsqueda hoy hacia nichos ligados a la innovación, y claro, su contrapeso histórico a la capital. Ojala pronto ambas cuenten con políticas públicas que impulsan sólidas redes de mercados en pro de la seguridad alimentaria y la nutrición de sus pueblos, el comercio justo y orgánico, y, porqué no, una nueva excusa turística alrededor de la gastronomía. Por lo pronto, sigámosle la pista a los mercados campesinos y salgámonos de la rutas tradicionales de abastecimiento.

Crítica gastronómica: Crepes & Waffles

Crepes & Waffles: el renault 4 del siglo XXI
Por: Dionisio Pimiento (dionisiopimiento@gmail.com)

El 14 de julio de 1970 se ensambló el primer -y probablemente más icónico- modelo que ha conocido la industria automotriz colombiana: el Renault 4, el mismo que sigue siendo recordado hasta nuestros días, como el “amigo fiel”.
Este automóvil jugó un poderoso rol democratizador, tal y como hoy lo hace Crepes & Waffles como el “almorzadero” de la familia colombiana. Recuerdo como en plena campaña electoral le preguntaron sobre los planes familiares a “Tutina y a Adriana, y la esposa del ex candidato Mockus dijo: “tenemos poca vida social. Cuando salimos a comer, vamos a Crepes & Waffles”. La evidencia del perfil de esta familia que casi se posesionó en la Presidencia de una Colombia virtual regida por “Facebook”.
Ante el reto de hablar del sitio de “todos”, visité por varios fines de semana las distintas sucursales y puse a rodar los recuerdos de estos casi 20 años: pensé en la evolución de la carta, en el primero de los restaurantes que conocí ubicado en Unicentro-Bogotá y evidencié como los afiches de Botero han sido reemplazados por fotografías de los mercats de Barcelona.
Crepes se ha convertido en referente para todos y pocos se atreven a criticarlo. Es el espacio usual de almuerzo para algunos, la primera salida con una chica para compartir un helado, el antojo de fin de semana o el espacio para celebrar un cumpleaños. Esta misma cadena que ha ido colonizando gran parte del territorio nacional, vive un intenso proceso de expansión internacional teniendo el reto de mantener vivo e hilado el concepto.
Sentado en sus sillas blancas miraba las cálidas meseras, perfectamente vestidas y peinadas, y jugaba a las hipótesis sobre sus historias personales pues es bien sabido que esta Cadena emplea prioritariamente a mujeres cabeza de familia.
Allí, a pesar de ciertos retrasos en el servicio y en un ambiente clean, comencé mi recorrido integral por la carta. Me dediqué a cada capítulo del menú con la intención de dejarme sorprender, de resistir la tentación de pedir mi amado y tradicional crepe de pollo, queso y champiñones.
Me dejé seducir por sus poderosos jugos mezclados. Probé sus vinos “decentes” y sus bebidas calientes que aunque pequeñas, son la locura: el french chocolat, el té inglés y, mi favorito, el chai te en leche.
Con periódico en mano, recorrí integralmente el brunch que sirven en algunas de sus sedes. Siempre pediré el queso monposino y los scones ingleses, aunque deben servirlos recién horneados y calientísimos como manda la tradición.
La ensalada de la barra a precio razonable, es una opción ganadora. Mi mezcla favorita incluye quinua, tomate, aceite de oliva, maíz, semillas girasol, brócoli y zucchini, aunque es difícil no caer en la tentación de "hacer la colombianada", y echarle de todo y en exceso aunque no combine, como si fuese la “última cena".
Crepes vende sin duda la mejor sopa de cebolla gratinada que he comido, un clásico usual. Por el contrario no me ha convencido su sopa de lentejas pardinas con toques indios. Le falta consistencia.
Su oferta en crepes vegetarianos es amplia; mientras el peruano y el mexicano se destacan en la oferta con pollo. Creo que las carnes es la sección más floja, pues todas saben un poco a lo mismo, y usualmente les quedan en exceso cocidas. Me seduce el crepe de camarones al curry y el salmon roll, y prometo no lanzarme de nuevo con la salsa al ajillo que es "no me olvides".
Los crepes clásicos son ganadores y para momentos de hambre feroz el panne cook es un gran aliado. Para noches frías recomiendo las pitas como la griega con aceitunas.
Para merecer el postre paso por la sección de ensaladas. La mayoría son espectaculares, aunque desilusiona un poco la abundante cama de lechugas. Mis preferidas son la Florentina con aceitunas negras, la Mikonos con salmón ahumado, la Marroquí con cuscús y camarones; o la Mediterránea.
Merezco ahora excederme con los postres y caer en pecado capital: crepes de fresas y manzana, de guayaba real y chocolate fundido sobre fresas y banano; y los imbatibles mini-waffles de nutella. Visitemos la sección de helados y llevemos a casa el de Ferrero o un poco de yogurt de frutos del bosque. Probaré algunos otros. Incluyo el Dama Blanca y el Vainilla hot chocolate No pasa la prueba el Tartufino de avellana, y tengo mis dudas con el Tiramisú. Cierro con la novedosa copa lychees y con un suculento Blintze de frutos rojos con relleno de ricota. De regreso a la infancia me excedo con el Tentación y el Merengue Glaze. Tengo pocos límites, pero los helados infantiles a pesar de estéticos, son incomibles para un adulto: sólo pasarían por el paladar de un niño.
Crepes y el Renault 4 estarán en la misma sala de un museo sobre la “colombianidad. Ante la vasta carta reconozco el aporte que han hecho a la cultura gastronómica de una sociedad tan cerrada y chauvinista como la nuestra, mientras prometo que en cada visita probaré algo nuevo.
Salgo de Crepes & Waffles siempre con la misma pregunta: ¿por qué no se me ocurrió a mí esta idea? ¿Por qué no se me ha ocurrido a mí ninguna idea poderosa?