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miércoles, 26 de junio de 2013

¡Qué no haría para enamorarte!

Restaurante Queareparaenamorarte
Por: Dionisio Pimiento (dpimiento/twitter) para Portafolio

Juanes, Anthony Bourdain y Ferran Adrià han estado aquí, en este espacio que demuestra con hechos que Colombia puede ser contenido ganador para un proyecto que conjuga la mirada antropológica, la cocina, los negocios, la coherencia y la felicidad.

Entre versiones se ha dicho que Julián Estrada, su dueño,  es Dionisio Pimiento y viceversa. Ya quisiera yo ser Julián pero tanta dicha no me es posible.

Aprecio los textos del ayer de este antropólogo, sus andanzas de juventud y su presente brioso en función de nuestra cocina popular colombiana. Aplaudo su esfuerzo como asesor del Ministerio de Cultura en pro de una política pública para nuestra cocina tradicional,  a pesar de los perversos funcionarios que lideran el tema. 

Soy un enamorado absoluto de su filosofía y de esta esquinita en las partidas de El Retiro dónde se ubica su restaurante Queareparaenamorarte, a minutos del Aeropuerto de Rionegro. He visto la evolución de este espacio y cómo la vegetación se ha convertido en la mejor cómplice. En silencio soy un seguidor profundo del trabajo que ha hecho de la mano de Eli, su cómplice, mujer de estas tierras y de cabello corto que usualmente saluda detrás de la barra. Ambos ponen en cada detalle toda su pasión y en cada platillo la honestidad de su propuesta.

Aquí sentado entre enredaderas y flores locales, y pensando en el vuelo que debo tomar en un par de horas, me saboreo con los platos de una carta que conozco casi de memoria. Esta “cocina criolla de dedo parado” me seduce tanto como el nombre del restaurante: Queareparaenamorarte … degusto cada sílaba pensando en arepas tostadas y en el amor sincero que siento por quién me acompaña en este almuerzo … ¿qué no haría para enamorarla? Por ella, todo, todo lo que no me traicione.

A su lado, repasamos juntos el pollo de abuelita alcahueta, el pusandao de fogón de negros y el morrillo monteriano. Nos re-enamoramos con los huesos de marrano sutamarcheno y entramos en delirio con el puchero con puré de papa criolla gratinado. Todo llega servido en las muy colombianas y bellas vajillas del Carmen de Viboral.

Tomates de árbol, lulos, flores locales, portacomidas, bandejas con pimentones, máquinas de moler. Todo hace parte de un decorado cero artificioso: de la investigación y la academia a la vida cotidiana. Éste podría ser el resumen de la vida de Julián hasta la concreción en este Restaurante.

A nuestra mesa llegan nuevos platillos para enamorarse: albóndigas endiabladas, mini arepitas amarillas, la parentela de empanadas, chorizos de todo tipo, ají tradicional así como de mango biche y guanábana. La oferta de vinos no es lo que importa aquí,  así que ordenamos guarapo, mistela y un aguardientico. Pasamos del tamal de Guapi,  su monocromía riñe con el colorido de nuestro Pacífico.

Y como si se tratase de “usar mis últimos cartuchos amorosos", vamos ahora con los postres. Que todos lleguen a la mesa pues hoy quiero conquistar su estómago sibarita. Mazamorra con panela rayada al lado de una versión local de fondant de chocolate con “crema” de barrio.  Seguimos con obleas con arequipe y dulce de mora para casi jugar a “tú me das y yo te doy”; y para rematar este acto amoroso: cuajada con melao, colitas de tomate de árbol y casquitos de guayaba con queso momposino.

Aquí están nuestras masas, nuestros caldos y nuestras frituras. Aquí se sirven nuestras porciones en presentaciones cuidadas pero sinceras. Aquí se congregan a la mesa nuestras raíces negras, indígenas y españolas con todo y sus orígenes árabes y judíos. Aquí nos reunimos para enamorarnos.

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