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martes, 23 de noviembre de 2010

Crítica gastronómica: Los Containers

COMIDA Y SOLUCIONES INGENIOSAS

Los Containers



Por: Dionisio Pimiento



A pesar de la aparente “abundancia”, los tiempos actuales exigen una alta dosis de ingenio tanto en el manejo de los espacios como de los materiales. Para comenzar, este Valle de Aburrá se ve cada vez más estrecho y más tupido, y ahora con las nuevas y afortunadas leyes de planeación metropolitana, parece que algo sobrevivirá de nuestras montañas, las mismas que ya estábamos por completo colonizando. Así las cosas, sólo nos resta crecer hacia arriba, redensificar los escasos suelos disponibles y encontrar nuevas maneras de construir. En la misma línea, las actuales circunstancias exigen pensar todo el tiempo en las tres RE: re-utilizar, RE-ciclar y RE-ducir. Lo eco-tech no sólo es un asunto “políticamente correcto” como muchas marcas lo han asumido, sino de sobrevivencia planetaria.



Hay en Medellín un sitio que responde mucho a lo primero y que ojala se comprometa con lo segundo: los llamados Containers. Éstos se ubican en el que ya denominé en el pasado, el Williamsburg paisa: escenario de mochileros, artistas, diseñadores, anticuarias y visitantes curiosos. Allí, en un antiguo parqueadero, se han asentado algunos joyeros y restauranteros, sin perder la utilidad primigenia del sitio: se puede aún parquear (lo cuál es muy valioso en un barrio como El Poblado dónde es casi imposible lograrlo).



A la manera de los mall pero con mayor encanto, puedes deleitarte con piezas diferenciadas en la joyería NOI, comerte una de las mejores hamburguesas de la región, un wrap, disfrutar de una noche casi española y rematar con un buen cheesecake.



Este recorrido que hago, un homenaje a la gula, comienza con una hamburguesa perfectamente asada que compite con la de Bonuar, El Corral o su opuesto Kit Kof. La fila nunca para, así que la única crítica no es al sitio, sino a su éxito actual lo que impide que te quedes en tu mesa sin presiones: comer e irse parece la regla, y eso es lo que hago.



Un rápido recorrido y sigamos a Tapas BOU, es noche de excesos. Mientras ordeno ojeo las revistas de toros un tanto "cutres" (léase mañé). Observo las bellas mesas que contienen botellas y la pared negra a manera de tablero. Los precios son medianamente razonables y la parejita de dueños te atiende de manera serena, sin excesos. Vamos “a por” la sangría rosada con fresas y pétalos de rosa, preparada con vino rosado, blanco y un traguito de jerez (alguien dirá que es un trago afeminado, pero es delicioso). Llegan a mi mesa muchos pequeños “platitos”: chorizo al vino tinto, alcachofas con serrano y aceitunas negras, patatas al aioli, calamares de Navarra, albondigas con piñones y tomillo, tortilla española y un pincho de jamón serrano.



Valoro la apropiación del acto de ir de tapas: provocar, estimular con las pequeñas raciones que se comparten, comida española en cerámica colombiana (¿tapas españolas en vajilla “sudaca”?). No dejo en todo caso de sonreír al recordar ciertas incoherencias en el menú: recuerdo por ejemplo sus “calamares Navarra”, y es que ¿en Navarra hay mar? Es como promover en Colombia la langosta de Boyacá.



Remato con un postrecito y un buen café. Todo sucedió al interior de Los Containers, un espacio inteligente que ya se queda chico ante tanta curiosidad. ¡Qué vivan las soluciones audaces! ¡Qué viva la gula y los demás pecados capitales!

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