Por: Dionisio Pimiento para la revista Cocina Semana
Desde hace un tiempo le sigo los pasos a nuevos espacios que reflexionan sobre la relación entre moda y gastronomía. Es claro que ambos son fenómenos culturales afectados por las tendencias, signados por la mirada pública, sujetos a la crítica y llamados hoy en el País, a reconocer y recoger lo que "somos" y lo que no. Ambos son poderosos vehículos comunicacionales que pueden encontrar su verdadero diferencial en los olores, sabores, aromas, texturas, historias, narraciones e imágenes de esta Colombia plural.
Aplaudo entonces espacios como El Café de Moda y Gastronomía al que nos invitó el año pasado Inexmoda (conversación que espero apenas comience pues hay "mucha tela aún por cortar"); valoro los diseñadores que reconocen en el mundo de la cocina un nicho creativo alrededor de uniformes o manteles; y felicito a los chefs que están pescando conceptos e ideas en la indumentaria.
Contagiado de interés por la relación comida-moda me fundí en Colombiatex 2011 en la conferencia "Los textiles que se comen". Valiosa revisión académica de Ana Casas y chapeau para Juan Manuel Barrientos. Desde mi silla vi como acompañaba un poco de vino y queso con el pan con el que había confeccionado un par de crocs amarillos. Casi acaricié los dos trajes de novia que confeccionó con evidente esmero, en una acción que se ubicaba en un terreno de convergencia entre la gastronomía, la moda y el arte: accesorios de caramelo dorado; falda cocida a mano de pétalos de rosa cristalizados en azúcar; corpiño de gelatina de champagne y clara de huevo; yugo de albahaca y tocado de pastillaje. Para terminar: el lanzamiento de una colección de 10 pares de zapatos hechos con pan que resisten hasta diez minutos de uso.
Medellín fue maquila y hoy quiere ser moda. Medellín despierta con vivacidad en la gastronomía. Moda y gastronomía, un encuentro de presente y futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario